Después de que un guerrero o guerrera, a través de sus esfuerzos por acecharse a sí mismo, limpiar su isla, expandir su campo de atención y estar presente, se acostumbra a vivir por más y más tiempo como un tonal «perfecto» o pleno, consciente de todo lo que sucede en su isla, inmerso en su silencio interior, está entonces en condiciones de intentar el movimiento de CONVERTIRSE en la propia isla del tonal.
Esto significa que su punto de encaje está listo para hacer un movimiento perceptivo donde su sentido de ser abandona la idea de ser un tonal personal, un cuerpo-mente en forma de gente («romper las cadenas de la autoimagen») y percibe el hecho de que su ser es (y siempre ha sido, hasta donde puede recordar) una isla, una burbuja, de la cual su identidad anterior es un elemento como todo lo demás. Él/Ella percibe que de las dos identidades, la segunda ES la más estable:
creía ser el tonal personal porque eso parecía ser una identidad estable,
mientras que todo lo demás siempre estuvo cambiando a su alrededor.
Pero ahora ve que incluso ese tonal personal no es un «puerto» estable para su identidad:
también está siempre cambiando, por dentro y por fuera, cambiando de humores, cambiando de ideas, cambiando de forma.
Todo el contenido de la isla tonal cambia a cada instante.
Pero esa conciencia de ser que abraza toda la isla está siempre presente, en todas sus experiencias, inmutable en sí misma, consciente de todo,
consciente de todos esos cambios: es el momento presente mismo, la totalidad de la percepción,
y puede parecer como una especie de isla abstracta.
Esto es lo que Don Juan llamó el «nagual debajo de la isla»,
y cuando ocurre un cambio en el sentido de ser de un guerrero/guerrera hacia esta perspectiva,
eso se llama «perder la forma humana».
El guerrero/la guerrera se convierte, al principio, en una especie de isla que abraza y abarca todo lo que existe en el tonal como parte de sí,
el constante movimiento, sin apegarse a él.
El cuerpo, un insecto, las estrellas distantes, la tierra, sus semejantes: TODO lo que está ante su vista, en sus constantes cambios, es parte de su ser.
Da un paso de retorno a nuestra naturaleza, de ser perceptores.
Él/Ella ya no existe dentro de la realidad,
sino que la realidad existe dentro de sí.
— J Christopher (2019)