Diario de Hermenéutica Aplicada – Preguntas sobre el Camino del Guerrero: ¿Cuál es la importancia de realizar todas estas prácticas?

¿Cuál es el punto de practicar Tensegridad, recapitulación y hacer todas las cosas que usted aconseja? ¿Cuál es la ganancia? Soy una mujer de mediana edad con tres hijos en edad escolar; mi matrimonio no es tan estable; mi peso es muy elevado. No sé qué hacer.»

De nuevo, al igual que en otros casos que he relatado anteriormente, esta no es una pregunta nueva para mí. He planteado mi propia versión de esto incontables veces a don Juan Matus. Había dos niveles de abstracción a los que se refería cada vez que respondía a preguntas como esta, planteadas por mí o por cualquiera de sus otros discípulos —sé que todos ellos hicieron la misma pregunta en algún momento, con el mismo ánimo de desesperanza, abatimiento e inutilidad.

En el primer nivel, el de las practicidades, don Juan destacaba que la ejecución de los pases mágicos, por sí misma, conducía al practicante a un estado de bienestar incomparable. «La proeza física y mental que resulta de la ejecución sistemática de los pases mágicos», solía decir, «es tan evidente que cualquier discusión sobre sus efectos es irrelevante. Lo que se necesita hacer es practicar incesantemente para entonces considerar el provecho o la inutilidad de todo esto.»

Yo no era diferente del resto de los discípulos de don Juan, o de la persona que me planteó esta pregunta. Sentía y creía que no estaba calificado para el camino del guerrero, pues mis defectos eran exorbitantes. Cuando don Juan me preguntaba cuáles eran mis defectos, me encontraba balbuceando, incapaz de describir esas fallas que me afligían tan profundamente. Resolví todo diciéndole que tenía una sensación de derrota que parecía ser la marca de toda mi vida. Me veía como una campeona en realizar cosas idiotas que nunca me llevaron a ninguna parte. Este sentimiento se expresaba a través de dudas y tribulaciones, además de una necesidad interminable de justificar todo lo que hacía. Sabía que era débil e indisciplinada en áreas que no interesaban a don Juan. Mi sentido de derrotismo era una consecuencia muy natural de esta contradicción. Cuando le afirmaba y reafirmaba mis dudas, don Juan señaló que el pensamiento obsesivo sobre uno mismo era una de las cosas más agotadoras que conocía.

«Pensar solo en uno mismo», me dijo una vez, «produce una fatiga extraña; la fatiga más abrumadora y asfixiante.»

Con el paso de los años, llegué a comprender y aceptar plenamente las afirmaciones de don Juan. Mi conclusión, al igual que la conclusión de todos sus discípulos, es que lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de la preocupación excesiva por el yo. Otra de nuestras conclusiones ha sido que el único medio para conseguir suficiente energía para superar esta preocupación —algo que no puede lograrse intelectualmente— es practicando los pases mágicos. Tal práctica genera energía, y la energía logra maravillas. Si la ejecución de los pases mágicos se mezcla con lo que los brujos llaman recapitulación, la visión y revisión sistemática de las experiencias de vida, la posibilidad de salir de los fundamentos de la autorreflexión se multiplica.

Todo esto está a nivel de las practicidades. El otro nivel al que don Juan se refería, lo llamaba el reino mágico: la convicción de los brujos de que somos, de hecho, seres mágicos; el hecho de que vamos a morir nos hace poderosos y decisivos. Los brujos creen que si realmente seguimos estrictamente el camino del guerrero, podríamos usar nuestra muerte como una fuerza guía para convertirnos en seres que van a morir. Según la visión de los brujos, los seres que van a morir son mágicos por definición y no mueren la muerte provocada por la fatiga, el desgaste y la debilidad, sino que continúan en una jornada de conciencia. La conciencia de que van a morir de fatiga, desgaste y lágrimas si no reivindican su naturaleza mágica, los hace únicos e ingeniosos.

«En un momento dado de nuestras vidas, si así lo deseamos», me dijo don Juan una vez, «esa singularidad mágica y el poder surgen en nuestras vidas con tanta delicadeza como si fuera algo tímido.»

Una vez, la exploradora azul escribió un poema que siempre me pareció la representación más apropiada sobre la reconquista de nuestra expresión mágica:

Vuelo del Ángel
Por la exploradora azul

Existen ángeles que están destinados
a volar hacia las brumas negras.
Con frecuencia, quedan atrapados allí,
y por un tiempo, pierden sus alas
y se pierden,
a veces, por casi una vida.
No importa, siguen siendo ángeles;
Los ángeles nunca mueren.
Ellos saben que, un día, las brumas desaparecerán,
aunque sea por un segundo.
Y saben que, entonces, serán reclamados
finalmente,
por un cielo dorado.

(Carlos Castaneda, Diario de Hermenéutica Aplicada)

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