Comentarios del Autor con motivo del trigésimo aniversario de la publicación de «Las Enseñanzas de Don Juan: Una Forma Yaqui de Conocimiento»

«Las Enseñanzas de Don Juan: Una Forma Yaqui de Conocimiento» se publicó por primera vez en 1968. Con motivo de su trigésimo aniversario de publicación, me gustaría hacer algunas aclaraciones sobre la obra en sí, y exponer algunas conclusiones generales sobre el tema del libro a las que he llegado, después de años de esfuerzo serio y consistente. El libro surgió como resultado de un trabajo de campo antropológico que realicé en el estado de Arizona y en el estado de Sonora, México. Mientras realizaba estudios de posgrado en el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Los Ángeles, conocí a un viejo chamán, un indio yaqui del estado de Sonora, México. Su nombre era Juan Matus.

Consulté con varios profesores del Departamento de Antropología sobre la posibilidad de hacer trabajo de campo antropológico, utilizando al viejo chamán como informante clave. Todos esos profesores intentaron disuadirme, basándose en su convicción de que, antes de pensar en hacer trabajo de campo, debía dar prioridad a la carga requerida de asignaturas académicas, en general, y a las formalidades del posgrado, como los exámenes escritos y orales. Los profesores tenían toda la razón. No necesitaron ninguna persuasión de su parte para que yo viera la lógica de su consejo.

Sin embargo, hubo un profesor, el Dr. Clement Meighan, que abiertamente estimuló mi interés en hacer trabajo de campo. Él es la persona a quien debo dar todo el crédito por inspirarme a llevar a cabo la investigación antropológica. Fue el único que me instó a sumergirme tan profundamente como pudiera en la posibilidad que se me había abierto. Su insistencia se basaba en sus experiencias personales de campo como arqueólogo. Me dijo que había descubierto, a través de su trabajo, que el tiempo era esencial, y que quedaba muy poco antes de que enormes y complejas áreas de conocimiento alcanzadas por culturas en declive se perdieran para siempre bajo el impacto de la tecnología moderna y los impulsos filosóficos. Me puso como ejemplo el trabajo de algunos antropólogos establecidos de principios de siglo y de la primera parte del siglo XX, que recolectaron datos etnográficos de la manera más apresurada pero metódica posible sobre las culturas de los indios americanos de las llanuras o de California. Su prisa estaba justificada, porque en cuestión de una generación, las fuentes de información sobre la mayoría de esas culturas nativas fueron obliteradas, especialmente entre las culturas indígenas de California.

Al mismo tiempo que todo esto sucedía, tuve la buena fortuna de asistir a clases con el profesor Harold Garfinkel del Departamento de Sociología de la UCLA. Él me proporcionó el paradigma etnomedodológico más extraordinario, en el cual las acciones prácticas de la vida cotidiana eran un sujeto bona fide para el discurso filosófico; y cualquier fenómeno que se investigara debía ser examinado bajo su propia luz y de acuerdo con sus propias regulaciones y consistencias. Si había alguna ley o regla que debiera ser exigida, esas leyes y reglas tendrían que ser propias del fenómeno mismo. Por lo tanto, las acciones prácticas de los chamanes, vistas como un sistema coherente con sus propias regulaciones y configuraciones, eran un tema sólido para una investigación seria. Tal investigación no tenía que estar sujeta a teorías construidas a priori, o a comparaciones con material obtenido bajo los auspicios de una racionalidad filosófica diferente.

Bajo la influencia de estos dos profesores, me involucré profundamente en mi trabajo de campo. Mis dos fuerzas motrices, extraídas de mi contacto con esos dos hombres, fueron: que quedaba muy poco tiempo para que los procesos de pensamiento de las culturas nativas americanas permanecieran en pie antes de que todo fuera obliterado en la mezcolanza de la tecnología moderna; y que el fenómeno bajo observación, cualquiera que fuera, era un tema genuino de investigación y merecía mi máximo cuidado y seriedad.

Me sumergí tan profundamente en mi trabajo de campo que estoy seguro de que, al final, decepcioné a las mismas personas que me patrocinaban. Terminé en un campo que era tierra de nadie. No era tema de antropología, ni de sociología, ni de filosofía, ni de religión, para el caso. Había seguido las regulaciones y configuraciones propias de los fenómenos, pero no tenía la capacidad de emerger en un lugar seguro. Por lo tanto, comprometí mi esfuerzo total al salirme de las escalas académicas adecuadas para medir su valor o su falta de él.

La descripción irreductible de lo que hice en el campo sería decir que el brujo indio yaqui, don Juan Matus, me introdujo en la cognición de los chamanes del México antiguo. Por cognición, se entiende los procesos responsables de la conciencia de la vida cotidiana, procesos que incluyen la memoria, la experiencia, la percepción y el uso experto de una sintaxis dada. La idea de cognición fue, en ese momento, mi mayor escollo. Era inconcebible para mí, como hombre occidental educado, que la cognición, tal como se define en el discurso filosófico de nuestros días, pudiera ser algo más que un asunto homogéneo y abarcador para la totalidad de la humanidad. El hombre occidental está dispuesto a considerar las diferencias culturales que explicarían formas pintorescas de describir fenómenos, pero las diferencias culturales no podrían explicar que los procesos de memoria, experiencia, percepción y el uso experto del lenguaje fueran algo más que los procesos que conocemos. En otras palabras, para el hombre occidental, solo existe la cognición como un grupo de procesos generales.

Para los hechiceros del linaje de don Juan, sin embargo, existe la cognición del hombre moderno y existe la cognición de los chamanes del México antiguo. Don Juan consideraba que estos dos eran mundos enteros de la vida cotidiana intrínsecamente diferentes entre sí. En un momento dado, sin que yo lo supiera, mi tarea se desvió misteriosamente de la mera recopilación de datos antropológicos a la internalización de los nuevos procesos cognitivos del mundo de los chamanes. Una genuina internalización de tales racionalidades implica una transformación, una respuesta diferente al mundo de la vida cotidiana. Los chamanes descubrieron que el impulso inicial de esta transformación siempre ocurre como una lealtad intelectual a algo que parece ser meramente un concepto, pero que tiene corrientes subterráneas insospechadamente poderosas. Esto fue mejor descrito por don Juan cuando dijo: «El mundo de la vida cotidiana nunca puede ser tomado como algo personal que tenga poder sobre nosotros, algo que podría hacernos o destruirnos, porque el campo de batalla del hombre no está en su contienda con el mundo que lo rodea. Su campo de batalla está más allá del horizonte, en un área impensable para un hombre promedio, el área donde el hombre deja de ser un hombre.»

Explicó esas afirmaciones, diciendo que era energéticamente imperativo que los seres humanos se dieran cuenta de que lo único que importa es su encuentro con el infinito. Don Juan no pudo reducir el término infinito a una descripción más manejable. Dijo que era energéticamente irreducible. Era algo que no podía ser personificado o incluso aludido, excepto en términos tan vagos como el infinito, ‘lo infinito’.

Poco sabía yo en ese momento que don Juan no me estaba dando solo una atractiva descripción intelectual; estaba describiendo algo que él llamó un **hecho energético**. Los **hechos energéticos**, para él, eran las conclusiones a las que él y los otros chamanes de su linaje llegaron cuando se dedicaron a una función que llamaban **ver**: el acto de percibir la energía directamente tal como fluye en el universo. La capacidad de percibir la energía de esta manera es uno de los puntos culminantes del chamanismo.

Según don Juan Matus, la tarea de introducirme en la cognición de los chamanes del México antiguo se llevó a cabo de manera tradicional, lo que significa que todo lo que él hizo conmigo fue lo que se les hizo a todos los iniciados chamanes a lo largo de las eras. La internalización de los procesos de un sistema cognitivo diferente siempre comenzó atrayendo la atención total de los iniciados chamanes a la comprensión de que somos seres en camino a la muerte. Don Juan y los otros chamanes de su linaje creían que la plena comprensión de este **hecho energético**, esta verdad irreducible, conduciría a la aceptación de la nueva cognición.

El resultado final que los chamanes como don Juan Matus buscaban para sus discípulos era una realización que, por su simplicidad, es tan difícil de alcanzar: que somos, de hecho, seres que vamos a morir. Por lo tanto, la verdadera lucha del hombre no es la contienda con sus semejantes, sino con el infinito, y esto ni siquiera es una lucha; es, en esencia, una aquiescencia. Debemos aquiescencia voluntariamente al infinito. En la descripción de los brujos, nuestras vidas se originan en el infinito, y terminan donde se originaron: el infinito.

La mayoría de los procesos que he descrito en mi obra publicada tuvieron que ver con el intercambio natural de mi persona como ser socializado bajo el impacto de nuevas racionalidades. En mi situación de campo, lo que estaba ocurriendo era algo más urgente que una mera invitación a internalizar los procesos de esa nueva cognición chamánica; era una demanda. Después de años de lucha por mantener intactos los límites de mi persona, esos límites cedieron. Luchar por mantenerlos era un acto sin sentido si se veía a la luz de lo que don Juan y los chamanes de su linaje querían hacer. Sin embargo, fue un acto muy importante a la luz de mi necesidad, que era la necesidad de toda persona civilizada: mantener los límites del mundo conocido.

Don Juan dijo que el **hecho energético** que era la piedra angular de la cognición de los chamanes del México antiguo era que cada matiz del cosmos es una expresión de energía. Desde su plano de **ver** la energía directamente, esos chamanes llegaron al **hecho energético** de que todo el cosmos está compuesto por fuerzas gemelas que son opuestas y complementarias entre sí al mismo tiempo. A esas dos fuerzas las llamaron **energía animada** y **energía inanimada**.

Vieron que la **energía inanimada** no tiene conciencia. La conciencia, para los chamanes, es una condición vibratoria de la **energía animada**. Don Juan dijo que los chamanes del México antiguo fueron los primeros en ver que todos los organismos en la Tierra son poseedores de energía vibratoria. Los llamaron **seres orgánicos**, y vieron que es el organismo mismo el que establece la cohesión y los límites de dicha energía. También vieron que hay conglomerados de energía vibratoria y animada que tienen una cohesión propia, libre de las ataduras de un organismo. Los llamaron **seres inorgánicos**, y los describieron como cúmulos de energía cohesiva invisible para el ojo humano, energía que es consciente de sí misma y posee una unidad determinada por una fuerza aglutinante distinta de la fuerza aglutinante de un organismo.

Los chamanes del linaje de don Juan vieron que la condición esencial de la **energía animada**, orgánica o inorgánica, es transformar la energía del universo en datos sensoriales. En el caso de los seres orgánicos, estos datos sensoriales se convierten luego en un sistema de interpretación en el que la energía en general se clasifica y se asigna una respuesta determinada a cada clasificación, sea cual sea. La afirmación de los hechiceros es que en el ámbito de los **seres inorgánicos**, los datos sensoriales en los que la energía en general es transformada por los **seres inorgánicos**, deben ser, por definición, interpretados por ellos de la forma incomprensible que sea.

Según la lógica de los chamanes, en el caso de los seres humanos, el sistema de interpretación de datos sensoriales es su cognición. Sostienen que la cognición humana puede ser temporalmente interrumpida, ya que es meramente un sistema taxonómico, en el cual las respuestas han sido clasificadas junto con la interpretación de los datos sensoriales. Cuando esta interrupción ocurre, los brujos afirman que la energía puede ser percibida directamente tal como fluye en el universo. Los brujos describen la percepción directa de la energía como si se viera con los ojos, aunque los ojos apenas estén involucrados.

Percibir la energía directamente permitió a los brujos de la línea de don Juan ver a los seres humanos como conglomerados de campos de energía que tienen la apariencia de esferas luminosas. Observar a los seres humanos de tal manera permitió a esos chamanes extraer extraordinarias conclusiones energéticas. Notaron que cada una de esas esferas luminosas está conectada individualmente a una masa energética de proporciones inconcebibles que existe en el universo; una masa a la que llamaron el **mar oscuro de la conciencia**. Observaron que cada esfera individual está unida al **mar oscuro de la conciencia** en un punto que es aún más brillante que la esfera luminosa misma. Esos chamanes llamaron a ese punto de unión el **punto de encaje**, porque observaron que es en ese lugar donde ocurre la percepción. El flujo de energía en general se convierte, en ese punto, en datos sensoriales, y esos datos son luego interpretados como el mundo que nos rodea.

Cuando le pedí a don Juan que me explicara cómo ocurría este proceso de transformar el flujo de energía en datos sensoriales, me respondió que lo único que los chamanes saben al respecto es que la inmensa masa de energía llamada el **mar oscuro de la conciencia** proporciona a los seres humanos lo necesario para provocar esta transformación de energía en datos sensoriales, y que tal proceso no podría ser descifrado jamás debido a la inmensidad de esa fuente original.

Lo que los chamanes del México antiguo descubrieron al enfocar su **ver** en el **mar oscuro de la conciencia** fue la revelación de que todo el cosmos está hecho de **filamentos luminosos** que se extienden infinitamente. Los chamanes los describen como **filamentos luminosos** que van en todas direcciones sin tocarse nunca. Vieron que son filamentos individuales, y sin embargo, están agrupados en masas inconcebiblemente enormes.

Otra de esas masas de filamentos, además del **mar oscuro de la conciencia** que los chamanes observaron y apreciaron por su vibración, era algo que llamaban la **intención**, y el acto de los chamanes individuales al enfocar su atención en esa masa, lo llamaban **intencionar**. Vieron que todo el universo era un universo de **intención**, y la **intención**, para ellos, era el equivalente de la inteligencia. El universo, por lo tanto, era para ellos un universo de inteligencia suprema. Su conclusión, que se convirtió en parte de su mundo cognitivo, era que la energía vibratoria, consciente de sí misma, era extremadamente inteligente. Vieron que la masa de **intención** en el cosmos era responsable de todas las posibles mutaciones, todas las posibles variaciones que ocurrían en el universo, no por circunstancias arbitrarias y ciegas, sino por el **intencionar** de la energía vibratoria, al nivel del flujo de energía mismo.

Don Juan señaló que, en el mundo de la vida cotidiana, los seres humanos hacen uso de la **intención** y el **intencionar** en la forma en que interpretan el mundo. Don Juan, por ejemplo, me alertó sobre el hecho de que mi mundo diario no estaba regido por mi percepción, sino por la interpretación de mi percepción. Puso como ejemplo el concepto de universidad, que en ese momento era un concepto de suma importancia para mí. Dijo que la universidad no era algo que yo pudiera percibir con mis sentidos, porque ni mi vista, ni mi oído, ni mi sentido del gusto, ni mis sentidos táctiles u olfativos, me daban ninguna pista sobre la universidad. La universidad solo existía en mi **intención**, y para construirla allí, tuve que hacer uso de todo lo que sabía como persona civilizada, de manera consciente o subliminal.

El **hecho energético** de que el universo está compuesto de **filamentos luminosos** dio origen a la conclusión de los chamanes de que cada uno de esos filamentos que se extienden infinitamente es un campo de energía. Observaron que los **filamentos luminosos**, o más bien los campos de energía de tal naturaleza, convergen y atraviesan el **punto de encaje**. Dado que el tamaño del **punto de encaje** se determinó que era equivalente al de una pelota de tenis moderna, solo un número finito de campos de energía, que, sin embargo, se cuentan por billones, convergen y atraviesan ese punto.

Cuando los brujos del México antiguo vieron el **punto de encaje**, descubrieron el **hecho energético** de que el impacto de los campos de energía que lo atravesaban se transformaba en datos sensoriales; datos que luego eran interpretados en la cognición del mundo de la vida cotidiana. Esos chamanes explicaron la homogeneidad de la cognición entre los seres humanos por el hecho de que el **punto de encaje** para toda la raza humana se encuentra en el mismo lugar de las esferas luminosas energéticas que somos: a la altura de los omóplatos, a un brazo de distancia detrás de ellos, contra el límite de la esfera luminosa.

Sus observaciones del **punto de encaje** llevaron a los brujos del México antiguo a descubrir que el **punto de encaje** cambiaba de posición en condiciones de sueño normal, fatiga extrema, enfermedad o ingestión de plantas psicotrópicas. Esos brujos vieron que cuando el **punto de encaje** estaba en una nueva posición, un paquete diferente de campos de energía lo atravesaba, forzando al **punto de encaje** a transformar esos campos de energía en datos sensoriales e interpretarlos, dando como resultado un nuevo mundo verdaderamente perceptible. Esos chamanes sostenían que cada nuevo mundo que surge de esta manera es un mundo inclusivo, diferente del mundo de la vida cotidiana, pero totalmente similar a él en el hecho de que se podría vivir y morir en él.

Para chamanes como don Juan Matus, el ejercicio más importante de **intencionar** implica el movimiento volitivo del **punto de encaje** para alcanzar puntos predeterminados en el conglomerado total de campos de energía que componen un ser humano, lo que significa que a través de miles de años de exploración, los brujos del linaje de don Juan descubrieron que hay posiciones clave dentro de la esfera luminosa total que es un ser humano donde el **punto de encaje** puede ser localizado y donde el bombardeo resultante de campos de energía sobre él puede producir un nuevo mundo totalmente verdadero. Don Juan me aseguró que era un **hecho energético** que la posibilidad de viajar a cualquiera de esos mundos, o a todos ellos, es la herencia de todo ser humano. Dijo que esos mundos estaban ahí para ser pedidos, como a veces las preguntas piden ser hechas, y que todo lo que un brujo o un ser humano necesitaba para alcanzarlos era **intencionar** el movimiento del **punto de encaje**.

Otro tema relacionado con la **intención**, pero traspuesto al nivel de la **intención universal**, era, para los chamanes del México antiguo, el **hecho energético** de que somos continuamente empujados, atraídos y probados por el universo mismo. Era para ellos un **hecho energético** que el universo en general es predatorio al máximo, pero no predatorio en el sentido en que entendemos el término: el acto de saquear o robar, o de herir o explotar a otros para beneficio propio. Para los chamanes del México antiguo, la condición depredadora del universo significaba que la **intención** del universo es probar continuamente la **conciencia**. Vieron que el universo crea billones de **seres orgánicos** y billones de **seres inorgánicos**. Al ejercer presión sobre todos ellos, el universo los obliga a aumentar su **conciencia**, y de esta manera, el universo intenta tomar conciencia de sí mismo. En el mundo cognitivo de los chamanes, por lo tanto, la **conciencia** es la cuestión final.

Don Juan Matus y los chamanes de su linaje consideraban la **conciencia** como el acto de ser deliberadamente consciente de todas las posibilidades perceptivas del hombre, no meramente las posibilidades perceptivas dictadas por una cultura dada cuyo papel parece ser el de restringir la capacidad perceptiva de sus miembros. Don Juan sostenía que liberar, o soltar, la capacidad perceptiva total de los seres humanos no interferiría en modo alguno con su comportamiento funcional. De hecho, el comportamiento funcional se convertiría en una cuestión extraordinaria, pues adquiriría un nuevo valor. La función en estas circunstancias se convierte en una necesidad muy exigente. Libre de idealidades y pseudometas, el hombre solo tiene la función como su fuerza guía. Los chamanes llaman a esto **impecabilidad**. Para ellos, ser impecable significa hacer lo mejor posible, y un poco más. Derivaron la función de **ver** la energía directamente tal como fluye en el universo. Si la energía fluye de cierta manera, seguir el flujo de energía es, para ellos, ser funcional. La función es, por lo tanto, el denominador común por medio del cual los chamanes enfrentan los **hechos energéticos** de su mundo cognitivo.

El ejercicio de todas las unidades de la cognición de los hechiceros permitió a don Juan y a todos los chamanes de su linaje llegar a extrañas conclusiones energéticas que a primera vista parecen pertinentes solo para ellos y sus circunstancias personales, pero que, si se examinan con cuidado, pueden ser aplicables a cualquiera de nosotros. Según don Juan, la culminación de la búsqueda de los chamanes es algo que él consideraba el **hecho energético** último, no solo para los hechiceros, sino para cada ser humano en la Tierra. Lo llamó el **viaje definitivo**.

El **viaje definitivo** es la posibilidad de que la **conciencia** individual, potenciada al límite por la adhesión del individuo a la cognición de los chamanes, pueda mantenerse más allá del punto en que el organismo es capaz de funcionar como una unidad cohesiva, es decir, más allá de la muerte. Esta **conciencia** trascendental fue entendida por los chamanes del México antiguo como la posibilidad de que la **conciencia** de los seres humanos fuera más allá de todo lo conocido, y llegara, de esta manera, al nivel de la energía que fluye en el universo. Chamanes como don Juan Matus definieron su búsqueda como la búsqueda de convertirse, al final, en un **ser inorgánico**, es decir, energía consciente de sí misma, actuando como una unidad cohesiva, pero sin un organismo. A este aspecto de su cognición lo llamaron **libertad total**, un estado en el que la conciencia existe, libre de las imposiciones de la socialización y la sintaxis.

Estas son las conclusiones generales que se han extraído de mi inmersión en la cognición de los chamanes del México antiguo. Años después de la publicación de «Las Enseñanzas de Don Juan: Una Forma Yaqui de Conocimiento», me di cuenta de que lo que don Juan Matus me había ofrecido era una revolución cognitiva total. He intentado, en mis obras posteriores, dar una idea de los procedimientos para efectuar esta revolución cognitiva. En vista de que don Juan me familiarizaba con un mundo vivo, los procesos de cambio en un mundo tan vivo nunca cesan. Las conclusiones, por lo tanto, son solo dispositivos mnemotécnicos, o estructuras operacionales, que cumplen la función de trampolines hacia nuevos horizontes de cognición.

(Carlos Castaneda)

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