El Silencio Interno – Introducción

El conocimiento silencioso era una faceta íntegra de las vidas y actividades de los chamanes o brujos que vivieron en México en tiempos antiguos. Según don Juan Matus, el brujo-maestro que me introdujo en el mundo cognitivo de aquellos brujos, el conocimiento silencioso era el resultado final más codiciado que buscaban a través de cada una de sus acciones y pensamientos.

Don Juan definía el conocimiento silencioso como un estado de la conciencia humana en el que todo lo pertinente al hombre se revela instantáneamente, no a la mente ni al intelecto, sino al ser en su totalidad. Explicó que existía una franja de energía en el universo que los brujos llaman la franja del hombre, y que dicha franja estaba presente en el hombre. Me aseguró que para los brujos-videntes, que ven la energía directamente como fluye en el universo, y que pueden ver a un ser humano como un conglomerado de campos de energía en forma de esfera luminosa, la franja del hombre es un borde de luminosidad compacta que atraviesa la esfera luminosa en ángulo desde su lado izquierdo hasta el derecho. La esfera luminosa total tiene la anchura y la altura del brazo extendido, y en esa esfera luminosa, la franja del hombre mide quizás alrededor de un pie de ancho. El conocimiento silencioso, explicó don Juan, es la interacción de energía dentro de esa franja, una interacción que se revela instantáneamente al chamán que ha alcanzado el silencio interno. Don Juan decía que el hombre promedio tenía atisbos de esta interacción energética. El hombre la intuye, y se ocupa en deducir su funcionamiento, descifrando sus permutaciones. Un brujo, en cambio, recibe una ráfaga de la totalidad de esta interacción en cualquier momento que se solicita la interpretación de esta interacción.

Don Juan me aseguró que el preludio del conocimiento silencioso era un estado de la percepción humana que los brujos llamaban el silencio interno, un estado vacío de las verbalizaciones silenciosas que los brujos llaman el diálogo interno, o incluso vacío de pensamientos. Por mucho que don Juan Matus se esforzó por hacerme asequibles sus definiciones y explicaciones del conocimiento silencioso, estas permanecieron oscuras, misteriosas, inescrutables. En su esfuerzo por aclarar más su punto, don Juan me dio una serie de ejemplos concretos de conocimiento silencioso. El que más me ha gustado, por su alcance y aplicabilidad, es algo que él llamó lectores del infinito. Lectores del infinito es algo que suena como una metáfora, pero es más bien una descripción fenomenológica que don Juan hizo de una condición perceptual chamánica.

En su continua búsqueda de soluciones y respuestas a sus sondeos, los brujos del México antiguo descubrieron que desde esta condición de silencio interno, la conciencia del hombre puede saltar fácilmente a la percepción directa de la energía contra el telón de fondo de cualquier horizonte dado. Usaban el cielo como horizonte, así como las montañas, o en un espacio más reducido, las paredes de su morada. Eran capaces de ver la energía reflejada en esos horizontes como si estuvieran en el cine. Describieron concisamente este fenómeno como la visualización de la energía en el aspecto de un matiz —para ser precisos, una mancha de rojez en el horizonte, un rojo granada. La llamaron la mancha de granada.

Aquellos brujos afirmaban que esa mancha de granada estallaba, en un momento dado, en imágenes que veían como si estuvieran verdaderamente viendo una película. Este logro perceptual los convirtió en lo que llamaron espectadores del infinito. Don Juan creía que para mí, era más apropiado considerar que en lugar de visionar el infinito, debía leerlo, ya que yo era aficionado a la lectura con la misma, si no mayor, pasión con que los chamanes del México antiguo eran aficionados a visionar. Don Juan me dejó muy claro que ser un lector del infinito no significa que uno lea la energía como si leyera un periódico, sino que las palabras se formulan claramente a medida que uno las lee, como si una palabra llevara a la otra, formando conceptos completos que se revelan y luego se desvanecen. El arte de los brujos es tener la destreza para reunirlos y preservarlos antes de que caigan en el olvido al ser reemplazados por las nuevas palabras, los nuevos conceptos de un torrente interminable de conciencia gráfica.

Don Juan explicó además que los chamanes que vivieron en México en tiempos antiguos, y que establecieron su linaje, eran capaces de alcanzar el conocimiento silencioso después de entrar en su matriz: el silencio interno. Dijo que el silencio interno era un logro de tan tremenda importancia para ellos que lo establecieron como la condición esencial del chamanismo.

Pero en el mundo de los brujos, dijo don Juan, los procedimientos y rituales son meros diseños para atraer y enfocar la atención. Para ellos, la navegación es una practicidad, y la navegación significa moverse de mundo en mundo, sin perder la sobriedad, sin perder la fuerza: y, para lograr esta hazaña de navegación, no puede haber procedimientos, ni pasos a seguir, sino un solo acto abstracto que lo define todo: el acto de reforzar nuestro vínculo con la fuerza que impregna el universo, una fuerza que los brujos llaman intento. Puesto que estamos vivos y conscientes, ya estamos íntimamente relacionados con el intento. Lo que necesitamos, dicen los brujos, es hacer de ese vínculo el ámbito de nuestros actos conscientes, y ese acto de tomar conciencia de nuestro vínculo con el intento es otra forma de definir el conocimiento silencioso. Para intentar, uno debe ser poseedor de destreza física y mental y de un espíritu claro.

Don Juan me dijo que aquellos brujos del México antiguo descubrieron y desarrollaron un gran número de procedimientos, que llamaron pases mágicos, para la consecución del bienestar físico y mental. Su magnífico estado de equilibrio físico y mental era el rasgo más obvio de ellos. Don Juan explicó que, dados como eran al comportamiento ritualista, ocultaron prontamente los pases mágicos en medio de rituales y velaron el acto de enseñarlos o practicarlos con gran secreto.

Don Juan me enseñó a mí y a sus otras tres discípulas, Taisha Abelar, Florinda Donner-Grau y Carol Tiggs, un número determinado de pases mágicos, pero junto con esa riqueza de conocimiento, también nos dejó con la certeza de que éramos los últimos miembros de su linaje. De común acuerdo, las tres discípulas de don Juan y yo aceptamos lo que don Juan llamó nuestro destino. Antes que nada, nos hicimos la pregunta crucial de qué hacer con los pases mágicos. Decidimos usar los pases mágicos y enseñárselos a quien quiera aprenderlos. Los cuatro, entonces, nos esforzamos por llegar a una amalgama de las cuatro líneas diferentes de pases. Hemos llamado a esta nueva configuración de movimientos Tensegridad.

Don Juan dijo que había cinco asuntos en la vida de aquellos brujos en torno a los cuales giraba la búsqueda del conocimiento silencioso. Estos cinco temas eran: 1 – Los pases mágicos; 2 – El centro energético en el cuerpo humano llamado el centro para las decisiones; 3 – La Recapitulación; 4 – El Ensoñar; 5 – El silencio interno.

(Carlos Castaneda, El Silencio Interno)

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