Discutimos brevemente en los números anteriores de este diario la idea de la hermenéutica como un método de interpretación, la idea del método fenomenológico y la idea de la intencionalidad. Me gustaría esbozar ahora la posibilidad de una nueva área de investigación filosófica. La elucidación de este tópico está articulada con la definición de ciertos conceptos que fueron desarrollados por los brujos o chamanes que vivieron en el México antiguo.
El primero de tales conceptos, considerado la piedra angular de las actividades y convicciones de los brujos, es llamado «ver». «Ver» para los brujos significa la capacidad que, en sus convicciones, los humanos tienen de percibir la energía tal cual fluye en el universo. La alegación de los brujos, sustanciada por sus prácticas, es que la energía puede ser percibida directamente como fluye en el universo usando todo nuestro organismo como un vehículo de percepción.
Los brujos hacen una distinción entre el cuerpo como parte de la cognición de nuestra vida diaria y el organismo entero como una unidad energética, la cual no forma parte de nuestro sistema cognitivo. Esta unidad energética incluye partes ocultas del cuerpo, tal como los órganos internos y la energía que fluye a través de ellos. Ellos aseguran que es con esa parte que la energía puede ser directamente percibida.
Debido a la predominancia de la vista en nuestra manera habitual de percibir el mundo, los brujos describen el acto de aprehender directamente la energía como «ver». Para los brujos, percibir la energía tal como fluye en el universo significa que esta no adopta ninguna idiosincrasia, es decir, la energía posee una configuración específica que se repite consistentemente y que puede ser aprehendida en los mismos términos por cualquiera que vea.
El ejemplo más importante de la consistencia de esa energía al adoptar una configuración específica se encuentra en el cuerpo humano cuando es percibido directamente como energía. Los brujos perciben al ser humano como un conglomerado de campos de energía que confiere la impresión de una esfera clara de luminosidad. En este sentido, la energía es descrita por los brujos como una vibración que se aglutina dentro de una unidad cohesiva. Ellos describen la composición del universo entero como una configuración de energía que aparece a los videntes como filamentos o fibras luminosas que están enhebradas de todas las maneras, sin nunca enredarse. Esta es una proposición incomprensible para la mente lineal. Posee una contradicción interna que no puede ser resuelta: ¿cómo aquellas fibras se extienden de todas las maneras y aun así no se enredan?
Los brujos, como practicantes espontáneos del método fenomenológico, solamente pueden describir eventos. Si los términos de descripción de los brujos parecen inadecuados y contradictorios, se debe a la limitación de la sintaxis. Aun así, sus descripciones son tan puntuales como cualquier cosa pueda ser. Las fibras energéticas luminosas que componen el universo en general se extienden al infinito en toda dirección, mas aun así, no quedan enredadas. Cada fibra es individual, con su configuración concreta; cada fibra es en sí infinita. A fin de lidiar con este fenómeno de manera más adecuada, quizás, sería más apropiado construir un medio enteramente diferente de describirlo. Según los brujos, esta idea no es del todo improbable, visto que percibir la energía directamente es algo que puede ser logrado por cada ser humano. Los brujos sostienen que esta condición está en conformidad con el potencial del ser humano de alcanzarla a través de un consenso evolucionario, un acuerdo de cómo describir el universo.
Otro concepto de los brujos que merece un examen más minucioso en términos de elucidación es algo que ellos llaman «intento». Ellos describen el intento como una fuerza perenne que permea todo el universo; una fuerza que está consciente de sí misma al punto de responder al gesto o al comando del brujo. El acto de usar el intento ellos lo llaman intentar. A través del intento, los brujos son capaces, dicen, de dar salida no solo a toda posibilidad humana de percepción, sino a toda posibilidad humana de acción. Ellos aseguran que a través del intento, las más improbables formulaciones pueden ser constatadas.
El límite de la capacidad de percepción de los brujos es llamado «la banda del hombre», lo que significa que existe una frontera que delimita las capacidades humanas impuestas por el organismo humano. Estas fronteras no son meramente las fronteras tradicionales del pensamiento ordinario, sino las fronteras de la totalidad de los recursos presentes dentro del organismo humano. Los brujos creen que estos recursos nunca son usados, pero son mantenidos in situ (en su propio lugar) por nuestras ideas preconcebidas sobre nuestras limitaciones, limitaciones que no tienen nada que ver con nuestro actual potencial.
La cuestión expuesta por los brujos es que, visto que la percepción de la energía como fluye en el universo no es arbitraria o idiosincrásica, los videntes presencian formulaciones de energía que ocurren por sí mismas y no son producto de nuestra interpretación. Los brujos declaran que la percepción de tal formulación es, en sí misma y por sí misma, la llave que libera el potencial humano encerrado que nunca entra en juego. Tales formulaciones de energía, dado que ocurren, por definición, independientemente de la voluntad o intervención del hombre, son capaces de crear una nueva subjetividad. Siendo cohesivas y homogéneas para todos los seres humanos que ven, estas formulaciones de energía son, para los brujos, la fuente de una nueva intersubjetividad.
De acuerdo con los brujos, la subjetividad de la vida diaria es ordenada por la sintaxis de nuestro lenguaje. Son necesarias directrices y maestros que, por medio de comandos tradicionalmente impuestos, como productos de nuestro desarrollo histórico, comienzan a dirigirnos a percibir el mundo desde el instante de nuestro nacimiento. Los brujos sostienen que la intersubjetividad resultante de esta sintaxis rutinaria creada es, naturalmente, dictada por los comandos descriptivos sintácticos. Los comandos descriptivos nos dan un ejemplo de afirmación: «estoy enamorado», un sentimiento que es compartido intersubjetivamente por todos nosotros, el cual, señalan los brujos, es liberado al escuchar aquel comando descriptivo.
Los brujos están convencidos de que, por otro lado, la subjetividad resultante de la percepción directa de la energía como fluye en el universo no está orientada por la sintaxis. El flujo de la energía no necesita de directrices ni de maestros para orientarla de esta o de aquella manera por medio de explicaciones o comandos. La intersubjetividad resultante entre los brujos existe a través de algo que ellos llaman «poder», que es la suma total de todo intento presente junto al individuo. Dado que tal intersubjetividad no es traída a la luz a través del apoyo de los comandos o solicitudes de la sintaxis, los brujos alegan que esta subjetividad es un subproducto del organismo humano completo en funcionamiento, fijado en un único objetivo: intentar comunicación directa.
En suma, la intencionalidad o intento para los brujos constituye una utilización pragmática del intento, la fuerza que lo permea todo. Para ellos, el intento es un canal pragmático para la realización y la intencionalidad es el significado de usarlo. La intención no es meramente, como sucede con el discurso filosófico de los hombres occidentales, las descripciones intelectuales del desarrollo de la conciencia humana que van de las sensaciones básicas a los complejos procesos que pueden producir conocimiento. Dado que los brujos son completamente pragmáticos en su aproximación a la vida y al modo de vivir, la intencionalidad es una cuestión activa. Implica una postura de los brujos que ellos describen como «posición de poder». Desde este punto de poder ellos pueden realmente llamar al intento. En este aspecto, la intencionalidad se convierte en un acto completamente consciente de intento. Los brujos explican que este fenómeno es efectivizado cuando todo organismo humano, en todo su potencial, está comprometido en un único y mismo objetivo: intentar.
Observándose la facultad de los brujos de percibir la energía directamente como un punto de partida, es posible concebir un nuevo campo de discurso filosófico. El obstáculo para la comprensión de esta posibilidad ha sido, de lejos, la falta de interés por parte de los practicantes de brujería en conceptualizar su conocimiento y sus prácticas. Los brujos aseveran que, después de alcanzar cierto umbral de percepción, que son como puertas a otros reinos de la existencia, el interés de los practicantes está orientado exclusivamente hacia los aspectos de la práctica de sus conocimientos.
Debido a esta inclinación hacia el pragmatismo, los brujos pueden, categóricamente, contemplar la transformación de la filosofía y de la investigación filosófica en un reino de practicidad, al incorporar en este cambio una visión más inclusiva del potencial humano. Ellos consideran que la percepción directa de la energía es, entonces, el guía que nos conduciría a una nueva subjetividad, libre de la sintaxis. Los brujos declaran que esta nueva subjetividad es el camino para alcanzar el intento, a través del proceso activo de la intencionalidad.
(Carlos Castaneda, Un Diario de Hermenéutica Aplicada)