La locura controlada no es algo que una persona pueda practicar y aprender progresivamente.
En el desafío de aprender a controlar la locura, el punto clave es comprender qué es la locura y descubrir qué es lo que la controla.
Naturalmente, no es el tonal quien controla la locura. El tonal, tal como es, es parte de la locura, y la locura no puede controlarse a sí misma. La locura solo puede ser controlada por algo que sea y esté libre de la locura.
El sentido común entiende superficialmente la locura como la pérdida de la racionalidad / sentido común, es decir, el alineamiento de una percepción que los demás no perciben. Pero el ser humano está rodeado diariamente de pruebas de que alinearse con la percepción colectiva está muy lejos de ser una garantía de cordura.
Desde el punto de vista de la percepción, la locura podría entenderse como la incapacidad de mantener el punto de encaje estable en una posición, es decir, la incapacidad de tener una visión del mundo estable y coherente. Pero la locura en su conjunto no se limita a eso, ya que la fijación del punto de encaje también demuestra llevar a otro tipo de locura.
El factor determinante de la locura no es la capacidad o no de tener una visión del mundo coherente, ni la capacidad de ser o no racional, sino el hecho de que, mientras alineamos una visión del mundo presente, sea cual sea, nos confundimos totalmente con ella y nos olvidamos de nosotros mismos.
A nivel energético, somos puntos de encaje percibiendo el mundo y una imagen de nosotros mismos a través de una posición particular.
Cuando nos olvidamos de que no somos exclusivamente esa visión particular, y nos aferramos totalmente a la imagen que tenemos de nosotros mismos dentro de ella, y a nuestras interpretaciones e historias que se derivan de esa perspectiva particular, estamos oficialmente locos, porque nos olvidamos de lo que en realidad somos.
Imagina, como analogía, a alguien que juega un videojuego y cree ser el personaje del juego. Esa persona sigue estando loca sin importar las actitudes que tome dentro del juego. Un punto de encaje que se pierde totalmente en la autorreflexión y en la autoimagen de ese posicionamiento enloquece de la misma manera.
Lo que controla la locura no es lo que hacemos dentro de la visión del mundo. Lo que está, o puede estar, libre de la locura, es lo que existe antes de las descripciones del mundo. Los toltecas llaman a esto Intento, y el acto de reunir la conciencia de ser al Intento se llama perder la forma humana.
Pero el Intento, para el tonal, es solo un concepto teórico. Al menos hasta que sea capaz de reunir el silencio interior y la lucidez, en intensidades suficientes, para percibirse experiencialmente como un ser luminoso. Y para eso existe el camino del guerrero.
Don Juan, en cierto momento, llama a la capacidad de estar consciente del Intento, de ver a través de las múltiples visiones del mundo que podemos alinear, «Ver«.
Esto es, no limitarse a mirar exclusivamente a través de los ojos del tonal, de esa visión del mundo, sino aprender a ver a través de los ojos del Intento.
Ver, en este sentido, es lo que controla la locura, cancelando las interpretaciones e importancias subjetivas de esa visión.
Cuando un ser luminoso es consciente de su luminosidad, anterior a los sentidos y significados, y actúa a través del tonal, a través de esa visión, como si fuera un tonal, pero sabe que todos sus actos son actos de un actor. Actúa a través del tonal, como si fuera un tonal, entre tonales, totalmente consciente de que es el propio Intento dentro del cual todo el sueño está ocurriendo.
Bajo todos los criterios, sus actos pueden parecer locura, pero esa locura está controlada. Aunque en la superficie pueda parecer que está empeñado en dar lo mejor de sí en lo que hace, ese sueño está siendo soñado con lucidez.
Controlar la locura no se trata de intentar controlar activamente sus actos o pensamientos en un sentido u otro. Lo que pone la locura bajo control es la Conciencia. Ella está en control de todo, sin la necesidad de controlar nada.
Jeremy Christopher (2020)