La primera vez que Don Juan me habló extensamente sobre los pases mágicos fue cuando hizo un comentario despectivo sobre mi peso. «Estás demasiado regordete», dijo. «Es hora de que te tomes en serio uno de los mayores hallazgos de los brujos: los pases mágicos.»
«No solo te he contado mucho sobre los pases mágicos, sino que ya conoces un gran número de ellos. Te los he estado enseñando todo este tiempo.» Tenía razón en que yo estaba siendo desagradable con él. Me había sorprendido con un tema que no esperaba, pero no era cierto que me hubiera enseñado ningún pase mágico en todo ese tiempo. «Lo que quise decir es que imitas todo lo que hago, así que me he estado aprovechando de tu capacidad de imitación. Te he mostrado diferentes pases mágicos, todo este tiempo, y siempre los has tomado como mi deleite en hacer sonar mis articulaciones. ¡Me gusta cómo los interpretas: hacer sonar mis articulaciones! Vamos a seguir refiriéndonos a ellos de esa manera.»
Los pases mágicos a los que don Juan se refería eran, como él mismo había dicho, formas en las que yo pensaba que él hacía sonar sus articulaciones. El resultado de estos movimientos de estiramiento, desde mi punto de vista, era una sucesión de chasquidos que siempre pensé que él producía para mi asombro y diversión.
«¿Por qué se llaman pases mágicos?», pregunté.
«No solo se llaman pases mágicos», dijo, «¡son mágicos!». «Producen un efecto que no puede explicarse por medio de explicaciones ordinarias. Estos movimientos no son ejercicios físicos ni meras posturas del cuerpo; son intentos reales de alcanzar un estado óptimo del ser. El intento de miles de brujos impregna estos movimientos. Ejecutarlos, incluso de manera casual, hace que la mente se detenga.»
«Para los seres humanos, hay líneas de similitud… líneas de cosas que son similares o están unidas por un propósito. La parte extraña para los brujos es que ven que todas estas líneas de afinidad… están asociadas con la idea del hombre de que las cosas son inmutables y para siempre, como la palabra de Dios.»
«Los pases mágicos de los brujos son mágicos porque al practicarlos, el cuerpo se da cuenta de que todo, en lugar de ser una cadena inmutable de afinidades, es una corriente, un flujo. Y si todo en el universo es un flujo, una corriente, esa corriente puede ser detenida. Se le puede poner una presa, y así detener o desviar su flujo.»
Don Juan me sacudió por los hombros con fuerza. «No te preocupes por las hormigas», dijo don Juan, leyendo mis pensamientos. «En este momento estás cargado de una energía inusual… Y ahora, para responder a tu pregunta… puedo decirte que es cierto que cada vez que ejecutamos un pase mágico, estamos, de hecho, alterando las estructuras básicas de nuestro ser.»
Le pedí a don Juan que me diera un ejemplo de poner una presa en el flujo del que hablaba. «Lo que llamas tu mente no es tu mente. Los brujos están convencidos de que nuestras mentes son cosas extrañas que nos han sido puestas a cada uno de nosotros.»
Don Juan dijo que a través de sus prácticas de ensoñar, los brujos del México antiguo descubrieron que ciertos movimientos fomentaban un mayor silencio y creaban una peculiar sensación de plenitud y bienestar. Se sintieron tan cautivados por este sentimiento que se esforzaron por repetirlo en sus horas de vigilia. Penosamente, comenzaron a reconstruir los movimientos que recordaban. Fueron capaces de recrear movimientos que les habían parecido reacciones automáticas del cuerpo en estado de ensoñación. Don Juan dijo que el resultado fueron los pases mágicos. Alentados por su éxito, fueron capaces de recrear cientos de movimientos. La idea era que en el ensoñar, los movimientos ocurrían espontáneamente, y que había una fuerza que guiaba su efecto, sin la intervención de su voluntad. En el ámbito de las practicidades, los pases mágicos eran, para aquellos brujos del México antiguo, genuinas avenidas para prepararlos para su navegación en lo desconocido. Establecieron un criterio básico para practicarlos… Ese criterio se llama saturación, lo que significa que bombardeaban sus cuerpos con una profusión de pases mágicos, para permitir que la fuerza que nos une los guiara para un efecto general máximo.
(Carlos Castaneda, El Silencio Interno)