Don Juan continúa sus enseñanzas sobre el dominio de la conciencia, introduciendo las tres piedras angulares de las prácticas de los nuevos videntes: el dominio del acecho, el dominio del intento y el dominio del ensueño. Explica que el acecho, un control sistemático del comportamiento, desplaza sutilmente el punto de encaje y fue desarrollado de manera única por los nuevos videntes para tratar con las personas. El dominio del intento implica comprender y guiar deliberadamente la «voluntad», la energía de alineación que da forma a la percepción. Don Juan luego se explaya sobre el ensueño, revelándolo como la forma más efectiva de mover el punto de encaje, comenzando con su desplazamiento natural durante el sueño. Detalla los peligros del ensueño, enfatizando la necesidad de la sobriedad y el camino del guerrero para cultivar la fuerza interna necesaria para guiar el desplazamiento del punto de encaje en los sueños. Castaneda presencia el cuerpo de ensueño de Genaro en acción, una masa luminosa no humana, y aprende que el verdadero dominio permite despertarse en diferentes «posiciones de ensueño». El capítulo subraya que la impecabilidad y el intento inquebrantable son clave para lograr estos desplazamientos y el pleno potencial de un guerrero, permitiendo incluso el ensueño colectivo entre videntes.